viernes, 16 de junio de 2017

LA SAGA DE GILGAMESH


Durante la época fabulosa en la cual los dioses y humanos convivían pacíficamente, nació el héroe Gilgamesh, cuya notoriedad llegó a todos los rincones del universo. La Saga de Gilgamesh fue quizás la más famosa de todo el Cercano Oriente, y se difundió al comienzo a través de relatos que se repetían en las noches estrelladas, en los campamentos de los soldados o en las habitaciones de los palacios principescos. En la biblioteca del rey Asurbanipal, en Nínive, se encontró una versión de la historia en acadio, escrita hace miles de años, pero la leyenda circulaba también en lengua sumeria.




¿QUIÉN ERA GILGAMESH?

Se decía que Gilgamesh descendía se una diosa-vaca y de un afamado rey, Lugalbanda, señor de la poderosa ciudad de Uruk. Desde pequeño había demostrado dotes extraordinarias, pero no tenía la inmortalidad, pues su condición divina era muy pequeña en él. Pero al héroe no le preocupaba vivir o morir; sus días transcurrían entre amigos y bellas muchachas. Sus súbditos, sin embargo, deploraban tal comportamiento y dirigieron sus lamentos a los dioses, que determinaron enviar a la Tierra a un héroe que pudiera resistir a Gilgamesh, y que sería completamente distinto de él. Nació así Enkidu, que vivía en la estepa y pasaba sus días con los animales de la selva, cazando con ellos y comiendo sus mismos alimentos. Un día, un cazador al servicio de Gilgamesh deseó conocer a ese ser extraordinario, y le envió a una espléndida cortesana para que lo hechizara con su belleza y lo llevara a la corte. Así fue: Gilgamesh y Enkidu se encontraron en la misma ciudad y empezaron a luchar entre sí. Dicho enfrentamiento fue durísimo, pero mientras estaban por sucumbir, se dieron cuenta de que cada uno tenía delante un adversario valeroso y decidieron dejar de combatir, convirtiéndose en amigos fraternales.




LAS AVENTURAS DE GILGAMESH Y ENKIDU

Terminada la lucha con Enkidu, Gilgamesh sintió el deseo de llevar a cabo nuevas empresas. Resolvió entonces ir hasta el Bosque de Cedros, en los confines del mundo, para talar esos árboles extraordinarios, pero Enkidu no quería que su amigo partiera, pues los animales de la estepa le habían revelado los peligros de ese lugar. Sin embargo, Gilgamesh se mantuvo inflexible y partió con Enkidu. Al llegar al interior del tenebroso bosque, encontraron al guardián, el terrible Humbaba, que tuvo un duro enfrentamiento con Gilgamesh; pero el rey de Uruk salió triunfante gracias a la ayuda de los dioses. Cuando vio que los héroes estaban por matarlo, Humbaba los maldijo, prediciendo que no llegarían a la vejez. A su regreso, Gilgamesh celebró el triunfo y lucía tan espléndido que despertó el deseo de la diosa del amor, Istar, quien le declaró su amor. Pero el héroe la rechazó, desatando la ira de la divinidad. Un toro formado por astros brillantes fue enviado contra la ciudad de Uruk y comenzó a exterminar a sus habitantes de una manera atroz. Gilgamesh y Enkidu se lanzaron contra el monstruo y consiguieron aniquilarlo. Su victoria, no obstante, provocó la furia de los dioses, que resolvieron hacer morir a Enkidu. El compañero de Gilgamesh cayó entonces postrado en una enfermedad que lo llevó a la muerte, cuando aún estaba en la flor de la vida. Gilgamesh no pudo consolarse de la desaparición de su amigo y lo lloró durante siete días y siete noches, hasta que el magnífico cuerpo de Enkidu empezó a corromperse. Recién en ese momento comprendió el significado de la muerte y entendió que tarde o temprano a él también le tocaría esa amarga suerte.

EL ÚLTIMO ENCUENTRO CON ENKIDU

En la parte final del poema dedicado a las empresas de Gilgamesh, el héroe decide bajar a los infiernos para ver una vez más a su amigo-enemigo Enkidu; obtiene pues, el permiso que los dioses conceden a un vivo para entrar en el reino de los muertos. Para llegar al corazón de las tinieblas, Gilgamesh debe atravesar siete puertas, frente a cada una d las cuales se le quita un manto. Al final, cuando encuentra al amigo, está totalmente desnudo, o sea privado de toda protección. Enkidu está frente a él como un fantasma, con el cuerpo podrido por los gusanos. Este encuentro produce a Gilgamesh un hondo desasosiego: su búsqueda de inmortalidad ha sido inútil, pues la muerte y la corrupción del cuerpo afectan inexorablemente a todo ser mortal. No hay salvación para nadie, y Gilgamesh sabe que a él también le espera ese fin...
Pero no se dio por vencido y llegó hasta los confines extremos de la Tierra, para encontrar al único hombre inmortal, Ut-Napishtim, con el fin de que le revelara el secreto de la vida eterna. Al final no logró lo que buscaba y se resignó a morir como los simples mortales. El rey más célebre de Oriente falleció así, dejando una fama imperecedera e imponentes muros alrededor de la ciudad